Las psicosis ordinarias
Vicente Palomera
PRESENTACIÓN:
Las psicosis ordinarias: sus orígenes, su presente, su futuro
Es una suerte ocupar unas líneas en este quinto libro de la serie que da cuenta del deseo de hacer circular los buenos efectos del quehacer del Campo Freudiano en Granada.
Quinto que nos recuerda al “más uno”, lugar que de algún modo Vicente Palomera, amigo entrañable, ha sabido representar. Su acompañamiento y orientación a lo largo de años es algo muy preciado para nosotros.
Vicente Palomera eligió en esta ocasión revisar la historia, el modo en que se ha ido forjando la idea de “Psicosis Ordinaria”, y con ello plasmar lo más genuino que habita en lo que entendemos por orientación lacaniana: el esfuerzo, siempre animado por el deseo de sostener una investigación clínica, que no se desligue de los cambios que la escena del mundo produce en la subjetividad.
En el texto “Enseñanzas de la presentación de enfermos” del año 1977, Miller señala, siguiendo las indicaciones tan fugitivas de Lacan, que nuestra clínica impone distinguir entre las enfermedades de la mentalidad y las del Otro. Las primeras, referidas a los seres que se acercan al puro semblante, espejo enganchado en todas partes pero captado por nada, no hay cuerpo alguno, ni tampoco una significación que les permita sostener alguna forma cristalizada del yo, su andadura fluye vagando entre las sombras de sus identificaciones imaginarias.
Y con este término, mentalidad, que no estaba en la psiquiatría, se inicia un programa de investigación atento a los signos sutiles de la forclusión. Investigación que se da en un lugar: la transferencia, aquello que permite a un sujeto dirigirse al Otro para localizar allí lo que no tiene nombre. Y es a partir del amor puesto en los casos de los diferentes sujetos, con todas sus rarezas, su carácter insoportable, lo que puede dar lugar a situarse al lado del sujeto, hacerse el destinatario y extraer un saber caso por caso.
Como nos indica de forma precisa Éric Laurent, la “transferencia es un instrumento epistemológico”, amor puesto al trabajo para captar la cuestión de finura y detalle que implica dilucidar la clínica de la Psicosis Ordinaria, elaboración que se inscribe en la lógica de la última enseñanza de Lacan, lógica desde la cual leer en el paisaje de la precariedad simbólica que marca el estilo de la época, y que invita a poner en la transferencia la posibilidad de un lazo que ayude a un sujeto a protegerse de lo real del goce, de traducir lo que excede a la significación e inventar una cierta forma de anudamiento, de enganche con la vida.
Invención que implica una alianza con lo más singular, allí donde sentido y goce aparecen desarticulados, haciendo de ello un “operador de disolución sobre todos los lenguajes clasificatorios”.
Así, desde la paciente a la que le gustaría vivir como un vestido, en la que nada tomaba consistencia, flotamiento perpetuo, que traducía en una fórmula notable: “soy interina de mí misma”; hasta los movimientos del vestido en aquel baile donde Lov V. Stein vive ese arrebato, ese rapto de su ser, que intenta impedir con un grito al terminar el baile..., grito donde no hay palabra, deseo de infinito que evite la ruptura de ese “ser a tres”, de ese duelo de sí misma. Podemos recorrer en el desarrollo de Vicente Palomera, los momentos fecundos de esta invención que, como categoría clínica lacaniana, según nos señala Miller: “... interesa al saber, a la posibilidad de conocer algo del paciente”. Allí donde la evidencia no ayuda. “Psicosis difícil de reconocer tal cual...Se trata más de una categoría epistémica que objetiva. Esto concierne a nuestra manera de conocerla”.
Soledad Ibáñez Cepeda.
