Forclusión del Nombre del Padre y Metáfora Paterna
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Forclusión del Nombre del Padre y Metáfora Paterna

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Reseña de la clase impartida por Concha Lechón


Candela Carrascal


Reseña de la primera clase de Concha Lechón sobre seminario de Lacan "Las formacones del inconsciente". Cap. 8 y 9.
Seminario del Campo Freudiano de Granada el 22 de febrero de 2020.


 

Forclusión del Nombre del Padre y Metáfora Paterna   
(Cap. VIII - IX)     

Hablar de las formaciones del inconsciente es hablar de las leyes del inconsciente, del deseo y su articulación a la demanda, de la significación fálica.

A lo largo del seminario V, Lacan habla fundamentalmente sobre la neurosis. Sin embargo, entre los capítulos dedicados a la lógica de la castración encontramos referencias a las tres posibles respuestas a la castración: neurosis, psicosis y perversión.

En este seminario, muchos elementos que habían sido considerados en su vertiente imaginaria van a tomar su versión simbólica: el falo, la pulsión, la transferencia. Lacan eleva lo imaginario a su dimensión simbólica y esto conlleva el movimiento constante de concepciones teóricas.

Lo que pone de manifiesto el estudio de las formaciones del inconsciente (chiste, lapsus, olvidos, actos fallidos, sueños y síntomas) es la relación del significante y el deseo.

En el capítulo “la forclusión del Nombre del Padre” se observa la tesis que Lacan sostuvo durante 30 años sobre los trastornos psicóticos: son producto de la forclusión del Nombre del Padre.

¿Qué significa forclusión?

Forclusión no existe en castellano, es un neologismo.
Es una palabra que proviene del derecho y hace referencia al “vencimiento de una facultad o derecho no ejercido en los plazos prescritos”. Ha pasado el tiempo de ejercer este derecho y uno no ha comparecido.
En Psiquiatría, Hippolyte Bernheim, recoge este término para explicar los fenómenos de alucinación negativa (ej: dedo cortado de Juanito).
Édouard Pichon, retoma este término para explicar la escotomización: mecanismo de ceguera inconsciente que hace desaparecer hechos desagradables de la memoria.

Freud, ya en 1894, cuando habla de la confusión alucinatoria en la psiconeurosis de defensa, utiliza el concepto Werwerfung para referirse a una modalidad de defensa mucho más enérgica que la represión, que consiste en que el yo desestima/rechaza la representación junto con su afecto y se comporta como si a representación nunca hubiera comparecido.
Mientras que la represión produce la separación de una representación y su afecto.

Forcluido está lo que no ha comparecido, lo que ha quedado fuera, lo que ha sido rechazado.


Para formular el concepto del Nombre del Padre, Lacan empieza por su forclusión, por cuando no está.

Ante la tesis de la escuela de Palo Alto sobre que los trastornos psicóticos eran producto de una comunicación madre-hijo, donde se instauraba una dialéctica de doble sentido, de doble vínculo contradictorio (cuando la madre transmitía al niño el mensaje y también su contrario), Lacan objeta que lo que constituye la posición subjetiva no tiene que ver con lo que ocurre a nivel de los mensajes que le llegan al sujeto, sino con la articulación entre el mensaje y el código.

A esta articulación entre el mensaje, las significaciones y el código es lo que Lacan va a llamar el Nombre del Padre. Es el significante que representa un símbolo, el símbolo de la ley.
El Nombre del Padre hace de punto de almohadillado, articulando las palabras del sujeto a la ley del lenguaje. Abrocha el significado con el significante, permitiendo cierta estabilidad en el uso común de la lengua. Nos consiente tener un discurso más o menos coherente y estable.

La función del Nombre del Padre es autentificar, dar un soporte simbólico a los mensajes. Para Lacan, “Toda satisfacción de la demanda, como depende del Otro, quedará pendiente de lo que se produce en ese vaivén giratorio del mensaje al código y del código al mensaje, que permite que mi mensaje sea autentificado por el Otro en el código” (p.157)

Las consecuencias cuando este significante primordial falta a nivel de lenguaje son las manifestaciones que escuchamos en el discurso delirante (fundamentalmente metonímico), hay un discurrir continuo de las palabras (verborrea). Son alteraciones a nivel del mensaje y también en el nivel del código, del lenguaje.

Lacan utiliza dos ejemplos tomados del caso Schreber para explicar la forclusión del Nombre del Padre, lo que ocurre si no están abrochados significante y significado:

1. Alucinaciones auditivas en la lengua fundamental (alemán antiguo): Hay alteración a nivel del Otro, del código, un intento de restablecerlo. No hay separación entre el código y el mensaje. Para Schreber el código habla y el sujeto lo escucha (no es lo mismo hablar con Dios que que Dios te hable).
2. Frases interrumpidas, denominadas por Schreber como “frases truncas o jirones de frases”. Son alteraciones a nivel del mensaje.


Las estructuras tienen sus propios campos semánticos. En la psicosis se trata de los fenómenos elementales, mientras que en la neurosis son las formaciones del inconsciente.

J.A. Miller, en Introducción a la Clínica Lacaniana, habla de la diferencia entre fenómeno elemental y formaciones del inconsciente.
En las formaciones del inconsciente está la cadena S1-S2.
En los fenómenos elementales está solamente el S1, aparece desnuda la relación entre el sujeto y el significante. El sujeto está confrontado a la alucinación.
En la práctica en la psicosis no se debe interpretar ni cortar la sesión sobre un punto de abrochamiento, no hay que producir resonancias en la lengua. Hay que cortar sin desabrochar, pero sin animar al delirio.

El Nombre del Padre es una dimensión y sobre todo un instrumento. Es lo que da soporte a la ley, lo que la promulga y la funda.

En estos capítulos, la fórmula más indicativa de la definición del Nombre del Padre es el Otro en el Otro.
En el Otro están las palabras, representadas por los significantes que las articulan en la ley de metáfora y metonimia, y entre estas palabras (el lenguaje) hay una que tiene un efecto metafórico fundamental y fundacional: el Nombre del Padre.
Es un significante extraído del Otro y elevado a otra categoría que puede ordenar el lenguaje de significados.
Lacan dirá más tarde que no hay Otro del Otro, sino que hay un significante que parte del Otro.

El Nombre del Padre está relacionado con los deseos infantiles que han sido reprimidos. Hay una articulación del lenguaje y el deseo con el Nombre del Padre, se pone en relación la Ley y el deseo.

“El Nombre del Padre hay que tenerlo, pero también hay que saber servirse de él”. Debe ser tomado como un instrumento, como un operador lógico.
En su más alta representación es Dios (en el caso de los religiosos).
Prescindir del Nombre del Padre es una manera de apuntar a no quedarse bajo el peso de las identificaciones simbólicas que hemos recibido del Otro.

Las formaciones del inconsciente tienen distinta fenomenología pero una misma estructura: la lógica del significante cuyas leyes esenciales son metáfora y metonimia.

Lacan plantea la Metáfora Paterna, en la que el Nombre del Padre está al menos en relación con 3 términos: deseo de la madre, niño y falo

La plantea como una fórmula matemática, en este sentido tenemos que entender la función del padre. El sujeto se representa como una X para albergar lo incalculable del sujeto.
Debemos preguntarnos ¿Qué producto de la Metáfora Paterna ha operado en el sujeto? Mediante el análisis se desvela qué he sido para el deseo del otro, aunque nunca se descifra por completo la X, el sujeto. El análisis ayuda a delimitar de qué tipo de incógnita se trata.

Hay 3 polos del debate planteados en la historia del análisis a propósito del Edipo:
¿Se puede constituir una neurosis sin Edipo?¿Sin la intervención de un padre? Lo que llevaba a la cuestión del superyo materno.
Importancia del tiempo preedípico, dónde se juega la potencia del registro imaginario. Sobre todo queda impregnado para la psicosis y la perversión. ¿Qué queda en cada uno de este tiempo de la inestabilidad imaginaria?
Genitalización. Orientación hacia la virilidad o femineidad. Ambas tienen que ver con el ideal del yo, son identificaciones simbólicas.


El Edipo puede constituirse también cuando el padre no está presente, el padre en tanto función existe sin estar. La función del padre queda desligada del padre biológico. En la actualidad más que de función del padre tenemos que hablar del padre en funciones, función que pueden ejercer diversas figuras: maestras, educadores, familiares…
 
La primera intervención del padre como Metáfora Paterna viene a prohibir a la madre del niño. Si una madre queda colmada, si no es para el niño un sujeto deseante, en falta, no puede transmitirle la falta y van a aparecer dificultades para que el niño acepte la dimensión de lo simbólico, la cual implica recibir un no, una prohibición.
Otra de las funciones del padre es la cuestión de la nominación, recibir un nombre en lo social.
 

Las primeras experiencias de satisfacción se realizan en el cuerpo del otro primordial, tomado como un objeto primordial, sobre él se hace la primera simbolización a través de su presencia y su ausencia, que es lo que nos introduce un universo simbólico (fort-da).

No está solamente la relación del niño con el padre y con la madre, sino que hay también una relación que el niño empieza a desarrollar imaginariamente de lo que supone cuál es el objeto del deseo de la madre, y este es el lugar de las fijaciones imaginarias, de la fijación de la libido. Queda capturado como falo imaginario y queda capturado también por la cadena simbólica.

La Metáfora Paterna es una relación entre dos significantes: madre y padre. En la que el padre entra como nombre y la madre en calidad de Deseo (con mayúsculas), no está en la vía de los deseos inconscientes (imaginarios). El Deseo de la madre hace referencia a la vía que abre a la barra en el Otro, la madre como Otro primordial está barrada por su deseo, porque algo le falta.

La fórmula de la Metáfora Paterna transcribe la sustitución de la primera simbolización, la madre es sustituida a nivel del significante por el padre, por eso es una metáfora fundamental y fundacional. Funda un determinado tipo de subjetividad, si el sujeto infans consiente a esta sustitución, se abre el campo para la neurosis.

La experiencia analitica en la neurosis es el desciframiento de cómo operó para cada quien la Metáfora Paterna. En la psicosis nos encontramos más bien con una ausencia del discurso sobre lo familiar y sobre la infancia, porque justamente no hay esta constitución en referencia a la pregunta: qué soy para el deseo del otro.

Candela Carrascal

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