Saber poder. Saber goce. Aporias respuestas.
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Saber poder. Saber goce. Aporias respuestas.

Saber poder. Saber goce. Aporias respuestas

Reseña de la clase impartida por Santiago Castellanos


Mónica Francés


Reseña de la presentación de SANTIAGO CASTELLANOS sobre los capítulos 19 al 21 del Seminario 16 de Jacques Lacan: De un Otro al otro, en el Seminario del Campo Freudiando en Granada el 25 de abril de 2015.

Santiago Castellanos transmuta la dificultad de la exposición –la lectura– de los capítulos 19 al 21 del Seminario XVI de Lacan (el estatismo de 3 garbanzos duros de mascar) a ponerlos en movimiento, bailarlos. Avisa de antemano que nos perderemos. En última instancia –dice– la pérdida adviene porque el propio Lacan está buscando y saca todas las herramientas de las que dispone, sobre todo aquellas que surgen a partir del S. XI –Los cuatro conceptos fundamentales– (insiste se concentran aquí todos los matemas, es más, todo Lacan de una forma desordenada), para operar con ellas, bailarlas, mientras ensaya, busca Lacan una solución a la relación problemática entre el significante y el goce. Relación problemática que a lo largo de su enseñanza Lacan varía y, a la altura de este S.XVI, según Miller, coincide con el paso de un paradigma a otro.

     Antes de pasar a una extensa introducción, Castellanos ofrece una brújula, las referencias bibliográficas –Miller, su lectura a este seminario en los nº 53 al 59 de Freudiana y La experiencia de lo real– y, por si la pérdida, ofrece también un lugar luminoso o punto fijo al que volver: una conferencia de J. J. Millás (en internet o El País-nov-2009) que localiza muy bien el meollo de la relación significante-goce.

    A partir de aquí, diríamos que el ser hablante cuando se inscribe en el lenguaje no es al pie de la letra muerta de los diccionarios, hay algo de la vida que queda introducido al mismo tiempo. Y cuando Lacan dice (a lo largo de todo este seminario y desde el S.V) «un significante es aquello que representa al sujeto para otro significante», se refiere a que las palabras definen un mundo que no puede ser consensuado, porque el significante no tiene un significado unívoco –igual para todo el mundo–, sino que es en la relación del significante con los otros significantes donde, metáfora y metonimia mediante, se va a deslizar el significado de las palabras.  Y en ese significante que finalmente se abrocha (si se trata del neurótico) hay un sujeto, que Castellanos recuerda en la secuencia de matemas de Lacan coincide con poner primero S, el sujeto, luego sujeto tachado, luego pone S1 y S2, la cadena, y luego pone a, el goce. Y, dice, estos son los elementos que Lacan va articulando en el seminario.
    ¿Por qué pone el goce? Porque, como dice Millás, hay quien no puede rezar sin masturbarse y quien no puede masturbarse sin rezar; un claro ejemplo de lo que Lacan llama fantasma: una de las fórmulas que más fijan el significante con el goce.

    Decíamos que el meollo de este seminario son las relaciones entre el significante y el goce (el gran Otro y el objeto a). Gran Otro que escribe: A, A tachada, S de A tachada. El problema en este seminario es que el Otro es esto y esto y esto, dependiendo de lo que estemos leyendo, de ahí el desconcierto (la idea, según Miller, de que aquí Lacan radicaliza el Otro, que adopta diferentes formas; Freudiana nº57). Otra causa de confusión en este seminario respecta al goce: Lacan bascula entre el goce como indecible, fuera del sistema, y el goce como localizable, que localiza al a.

Cuando Lacan piensa la causación del sujeto, la dirime entre la unión e intersección de dos faltas –la del sujeto y la del Otro– en dos vertientes: la significante, que es falta en ser, y la vertiente del lado del objeto. El sujeto está en falta, no tiene consistencia, y va a buscar la consistencia que no encuentra del lado del significante, del lado del objeto; trata de recubrir la falta en ser que habita al ser hablante –por el mero hecho de que habla y no puede decir la verdad de forma completa– del lado del objeto en relación al Otro. Estas son las operaciones llamadas de alienación y separación que se corresponden con el paradigma de este seminario XVI, a las que volverá Castellanos más adelante. Esta cuestión, añade, es clave para el análisis porque en este punto Lacan ubica el atravesamiento del fantasma; esto es, un análisis no se trata solamente del despliegue S1- S2, sino que se trata de poder ubicar –a las puertas del final del análisis– qué objeto a soy yo para el Otro, y muchas veces viene del lado del horror.

El Otro que presenta en este seminario, además, tiene una estructura laminada. Topología de relieve que, a partir de la fórmula «un significante es lo que representa a un sujeto para otro significante», permite a Lacan representar el sujeto, el significante y el Otro en un esquema como de capas de cebolla que tiene ciertos huecos, agujeros. Lacan se está acercando a la topología de los agujeros donde en esa concepción que tiene del Otro como agujero es donde inscribe el objeto a (el famoso en-forma de A)
Presentadas todas las herramientas o elementos que entran en juego en este seminario, Castellanos invita a su ordenamiento según los paradigmas del goce de Miller; describen el movimiento, a lo largo de la enseñanza de Lacan, de la relación  significante/goce. Detallará el paradigma 4, correspondiente a este seminario XVI.

Paradigma uno.- (seminarios 1 al 4; el goce imaginario) Lacan coloca el goce en el registro de lo imaginario. Lo imaginario hace obstáculo a lo simbólico; no es dialectizable y la experiencia analítica es tratamiento del imaginario por lo simbólico.

Paradigma dos.- (seminarios 5 y 6; la significantización del goce) El goce pasa de lo imaginario a lo simbólico y todo lo que es del registro imaginario es retomado en el registro simbólico; la gran fórmula de esto es el grafo del deseo.

Paradigma tres.- (Seminario 7, La ética; el goce imposible) El goce es Das Ding, lo real, la Cosa; está por fuera del campo de lo simbólico y solo se accede a él por transgresión heroica.

Paradigma cuatro.- (Seminarios 11 al 17; el goce fragmentado) Donde se ubica el S. XVI y un texto fundamental, Posición del inconsciente. Aquí despeja a como elemento de goce, lo fragmenta, lo vuelve múltiple. A partir del S. XI, Los cuatro conceptos, el goce ya no se presenta como máximo o masivo, sino fragmentado, en objeto a, tampoco está situado en un abismo, sino en un huequito: es el objeto perdido de Freud, pero al mismo tiempo localizado en las zonas erógenas, son los objetos de la pulsión oral, anal –a los que Lacan añadirá–, la mirada, la voz. Se accede al goce no por transgresión heroica, sino por la pulsión y su circuito de ida y vuelta que se localiza en las zonas erógenas.

A diferencia del paradigma anterior, concibe un movimiento de danza estrecha entre el significante y el goce que piensa, además, Lacan en dos pasos, alienación y separación: son las operaciones de causación del sujeto, desde el punto de vista del significante y del goce, en relación al Otro. Para los dos tiempos de esta danza mítica recurre Lacan a la teoría de los conjuntos: se sirve del conjunto vacío (para representar al sujeto tachado o sujeto vacío) y de las operaciones de unión e intersección, que se corresponden con la búsqueda que realiza el sujeto de su consistencia en relación al Otro, del lado del significante y del lado del objeto.

De las operaciones de unión e intersección entre el sujeto y el Otro –vaivén en el que el sujeto se calza o engancha al Otro– surgirá, por un lado (alienación), el sujeto identificado a un S1 tomado del campo del Otro y la parte del sujeto no identificada, el conjunto vacío; el advenimiento del sujeto al significante, al discurso del lenguaje, produce un efecto de mortificación en el cuerpo, una pérdida de goce –llamada también castración–. Por el otro lado (separación), de la intersección de las dos faltas –del sujeto y del Otro– resulta un conjunto vacío que es el objeto a (una consistencia inconsistente) que Lacan localiza en las zonas erógenas, las pulsiones parciales del objeto oral, anal, voz y mirada. La operación es una tentativa de suplir la pérdida del goce originario tras la inscripción del sujeto en el aparato simbólico. Aquí, y a partir del seminario XI, hay que entender el objeto a como objeto causa de deseo –no es imaginario ni especularizable ni tiene consistencia–, es el objeto perdido de Freud: experiencia de satisfacción, alucinación mítica –motor del deseo–, que uno siempre va a tratar de encontrar pero que nunca se atrapa.

El paradigma cuatro es una cierta “normalización” del goce, hay una parte que se puede localizar a través de los objetos, si bien en el S.XVI la cosa se complica porque Lacan está introduciendo ya el goce como no localizado.
Paradigma cinco.- (Seminario 17, El reverso del psicoanálisis; el goce discursivo) La relación entre los significantes y el goce es primitiva y originaria. Lacan piensa el goce como plus de gozar y la lista de los objetos se extiende, se multiplica, ya no está ligada al repertorio natural de las pulsiones. Somos menudos objetos a, lo que Miller refiere como “migajas del goce”.
    Paradigma seis.- (Seminario 20 en adelante) Donde Lacan desmonta todo y lo vuelve del revés; final de análisis como identificación al síntoma. Paradigma que se funda en la no relación. Lacan plantea que el Otro no existe, no hay relación sexual, el goce está por fuera del sentido y lo que hay es el goce Uno.

    Finalizada la larga introducción, Castellanos da paso a comentar las ideas destacadas de los capítulos 19 y 20, el capítulo 21 lo aborda saliéndose del guión y aportando una viñeta de su propio análisis para facilitar la comprensión de los conceptos.
Capítulo 19: Saber poder.- Arranca cuestionando qué es un orden simbólico (pg. 269) y hace un desarrollo de los tres registros, centrándose en el imaginario y el simbólico –registros que Castellanos detalla–.
El primer movimiento en la enseñanza de Lacan es el predominio de lo imaginario. En niño adviene al mundo sumergido en un baño de lenguaje, pero no dispone de la función de la palabra –hay una prematuración– de manera que obtiene la experiencia del cuerpo fragmentado. En estas circunstancias sucede la experiencia del espejo: el niño precisa del cuerpo y del significante del Otro para constituir un cuerpo propio, la imagen corporal total con la que el sujeto se identifica. Imagen matriz de valor eminentemente libidinal, vital, de la que emerge la pasión narcisista a la que se refiere Lacan en la pg. 274.

Si hacemos equivaler el objeto a al instinto en el mundo animal, en el ser humano, en el caso de la perversión, el objeto a sería un intento desafortunado –pero eficaz– de recuperar algo del instinto. A eso se refiere Lacan, comenta Castellanos, al afirmar: «Devolver a a ese del que proviene, el Otro, es la esencia de la perversión». En la perversión el objeto a viene a suturar el agujero en el campo del Otro: «juego perverso del a por el cual el estatuto del Otro se asegura por estar cubierto, colmado», pg. 276.

Este capítulo incluye una indicación clínica de la fobia como placa giratoria, a su vez, el título del capítulo se refiere a la disyunción saber-poder contemporáneo; “saber” se refiere a la desmesura del crecimiento científico y de sus objetos técnicos frente al “poder” humano, demasiado humano, frente al cual se encuentra en desventaja.

El mundo primario del sujeto es la experiencia del cuerpo fragmentado y de la relación pulsional con la madre; es el mundo de la locura, lalangue, que además no entiende (la locura es el punto de partida). Y sobre esto está el orden simbólico. El ordenamiento simbólico es lo que Lacan llamará el Nombre del padre, que introduce la significación fálica y, al mismo tiempo, el menos fi, -φ, la castración. Esta pérdida de goce o castración es la fuente de a. Cuando esto no pasa, no hay pérdida, es la psicosis.
Lo real: a lo real no le falta nada, es lo que está por fuera del aparato simbólico.

Capítulo 20: Saber goce.- A partir de «el significante es lo que representa al sujeto para otro significante» pg.283, Lacan hace esta topología del Otro, que Miller llama laminado, para dar cuenta de la inconsistencia del Otro. Con esta estructura (pg.283), aclara Miller, Lacan está intentando captar cómo surge el sujeto –no desde el significante– desde el lado indecible del goce. Y la manera en la que empareja el objeto a al Otro es a partir de definir la inconsistencia del Otro por el agujero que comporta y, entonces, el objeto a es el agujero que se designa a nivel del Otro.

Aquí hay que pensar el objeto a como el objeto causa de deseo –el objeto perdido de Freud–, es un agujero, como señala Miller, que no está agujereado. El objeto a es inherente al Otro. Para resolver esta paradoja y calificar al objeto a, Lacan crea un neologismo: enforma del gran Otro [a: enforma de A]. Miller aclara (Freudiana nº 53) que enforma es el lugar que Lacan asigna aquí al pequeño a, para indicar el lugar en el Otro de un vacío –y esto es lo fundamental– que atrae hacia sí la palpitación de la vida.

En las páginas 284-285, Lacan refiere a la experiencia analítica para dar cuenta del cariz éxtimo del objeto a: «lo que atañe a este a minúscula esencial al sujeto, y marcado por esta extrañeza que todo analista conoce»; se refiere a todo aquello que es al mismo tiempo lo más íntimo del sujeto y lo más extraño o exterior.
Capítulo 21: Aporías respuestas.- Castellanos sale felizmente del guión y baila los conceptos teóricos en el suelo vital de su propio análisis.

Tras un largo periodo de 10 años, seguido de otro de 7, en análisis, cuenta Castellanos que tuvo tiempo suficiente para elaborar –y atravesar– la lógica del fantasma a partir de una escena infantil de fijación de goce y una frase de la madre, «Tienes algo especial». La escena infantil son juegos de corte sexual con niñas a la edad de 3-4 años. Allí hay una fijación de la mirada y del deseo sexual que –como dice Lacan– está forcluido porque no puede ser simbolizado por la procacidad de la experiencia. A partir de la frase de la madre, recuerda Castellanos haber elaborado en análisis un fantasma de encontrarse alojado en el deseo del Otro (el sujeto busca consistencia del lado del objeto o como objeto para el Otro): el fantasma de ser alguien especial para el Otro. A su vez, ahí estaba en juego el objeto mirada de la pulsión: se trataba de mirar-se y hacerse ad-mirar por el Otro.
Tres años antes de finalizar su análisis hay dos momentos de viraje que aparecen a partir de dos sueños. Un sueño de horror –con una cosa caca brillante que al final cae– elaborado en análisis lleva al significante “caída” que, a su vez, remite a una escena infantil con el padre caído en la acera. Escena de angustia que relata en sesión como una sacudida del cuerpo del lado del dolor. “Dolor” resultó un significante uno, S1, causante del deseo de su práctica profesional: médico y analista. Curiosamente, ese significante estaba fundado en esa escena, experiencia de goce del cuerpo: el padre muerto (aparentemente) y la conexión de la mirada con una escena que no está del lado de la vida (no son los juegos de curiosidad sexual), sino del lado de la muerte –el agujero–. Le permite acceder a lo que estaba oculto –lo éxtimo, más intimo y extraño–, su identificación primaria con el padre caído (el objeto a como placa giratoria, introduce la palpitación de la vida y el agujero de lo real: la conexión con el goce más mortífero del padre y una identificación con ese goce).

Lo real es el trauma (la escena del padre caído en el suelo), que tiene efectos sobre el cuerpo y la vida del sujeto; por ejemplo, en el caso de Castellanos, pasarse la vida intentando levantar al padre caído; esto es, su sinthome –en el que el movimiento ocupa un lugar fundamental– se cuece, funda en esa experiencia de lo real. Al final de un análisis todo se reduce a ir al encuentro de lo real; a 2-3 escenas infantiles, experiencias de goce –que no puede ser simbolizado– y de encuentro con lo real. Son las “piezas sueltas” o “trozos de real” fuente de la repetición y, por tanto, de la respuesta subjetiva del sujeto a lo real como trauma: el síntoma y el fantasma (que anudan significante y goce).

El final de análisis es, pues, una travesía al encuentro con el propio agujero, lo real y lo más éxtimo, que se conoce como “horror al saber”. Consiste en desmontar todas las capas de cebolla de la maquinaria del sentido, salir de la cadena S1-S2 para llegar a lo real. Atravesado el fantasma (el encuentro con la Cosa y la perturbación que provoca), el final del análisis es cómo introducir un nuevo arreglo frente al agujero que esté del lado de la satisfacción: el sinthome. El final de análisis de Castellanos, recuerda, advino de la mano de un sueño (con unas letras sin sentido aparente y un guión) que reveló, precisamente, que no había más guión posible del lado S1-S2.

 Al margen del Cartel del pase, ¿qué sucede en el final de análisis? Que no hay ninguna fórmula porque lo que lo produce, del lado del sinthome (no ya del atravesamiento del fantasma), para eso Lacan no encuentra ni hay ninguna fórmula. Como tampoco hay en el analizante la idea de haber encontrado una construcción cerrada o una palabra última. Tal vez haya, eso sí, una relación algo más disfrutona, nueva, con el movimiento, la danza.

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