Comentario
de la primera parte de “Análisis del carácter” de W. Reich dedicada
a la técnica
Javier
Cepero
Después de hacer un recorrido muy breve por los dos primeros capítulos
de “La experiencia de lo real…” y retomar el planteamiento de
Miller (pág. 34) “O bien el psicoanálisis es imposible, es decir
que solo explota las relaciones del significante y del significado
que no valen más que como semblante respecto de lo real, o bien
el psicoanálisis es una excepción capaz de perturbar en un sujeto
la defensa contra lo real”, entramos en el capítulo III “Perturbar
la defensa”, donde plantea una dirección de la práctica analítica
que se orientaría por la antinomia entre lo real y el semblante
(segundo algoritmo), se trataría en psicoanálisis, de lo real
y de la defensa contra éste, es decir, “la tarea del analista,
el efecto de su acto, podía ser calificado de perturbar la defensa”.
2º ALGORITMO
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ANALIZANTE
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ANALISTA
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real
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Defensa
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Perturbar
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semblante
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Represión
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Interpretar
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Habría una “buena manera” y una “mala manera” de perturbar la
defensa, y sitúa la transferencia negativa como un efecto de perturbar
la defensa de la “mala manera”.
Si en la historia del psicoanálisis la histeria dio la primera
sorpresa por el surgimiento en el tratamiento de la transferencia,
la neurosis obsesiva, en los años 20, dio la segunda por la transferencia
negativa, y en este punto Miller nos dice que ésta “connota una
relación con lo real en la experiencia analítica”, y que era esto
lo que los analistas constataban en su práctica los analistas
de los años 20, aunque no fuera de la manera adecuada.
Aquí tomamos el texto de Reich y es en su primera frase- “En el
ejercicio de su profesión, el psicoanalista se encuentra día a
día frente a problemas de cuya resolución es incapaz”- donde nos
encontramos lo que Miller (pág. 104) sitúa como la primera forma
de la experiencia de lo real en la cura para el analista: la impotencia.
Frente a este primer encuentro de Reich con lo real en su práctica,
su respuesta es abordar la cuestión por el lado de la técnica,
quejándose primero de la escasez de reglas técnicas establecidas
por Freud ante la abundancia de problemas que plantea la práctica
del análisis. Más aún, realiza un firme propósito de que en el
Seminario Técnico de Viena se llegue a construir una especie de
edificio técnico sin agujeros que protegiera al analista frente
a ese encuentro con lo real en la práctica que supone la experiencia
de la impotencia.
El primer obstáculo en el análisis surge cuando el paciente no
sigue la regla fundamental. Reich considera que la defensa (inconsciente)
del yo se hace sentir como una resistencia contra la disolución
de la represión. La regla práctica es, entonces, eliminar primero
las resistencias, es decir, aplazar la interpretación del material
hasta trabajar las resistencias principales.
Para
Reich “el aspecto más importante de la labor analítica” consistiría
en la resolución de las resistencias y el análisis de la transferencia,
y esta última es concebida como relaciones afectivas ligadas al
analista, repeticiones de actitudes infantiles. La transferencia
debe, por tanto, ser interpretada; debe elucidarse su significado
remitiendo a las relaciones infantiles. Pero, para Reich, surge
un nuevo problema: la transferencia deviene una resistencia; se
decanta por la vertiente del obstáculo.
La
transferencia en la cura, para Reich, va a tomar siempre el carácter
de transferencia negativa: si de entrada es hostil, ya está dada;
si es del lado del amor, la negativa a la gratificación de esos
afectos por el analista y la consiguiente decepción en el paciente
la trocará en negativa; pero, incluso si esto no es así, Reich
sospechará una “transferencia negativa latente”. Lo retrata gráficamente
de la siguiente manera:”el paciente engaña, oculta una actitud
de odio, abriga una secreta actitud de mofa,…”. Miller (pág. 49)
nos dice que el estatuto de lo simbólico en lo real es la mentira
y nos planteamos si se trata de esto, de alguna manera, lo que
capta Reich en la experiencia del análisis a través de su concepción
de la “transferencia negativa latente”; sería por eso por lo
que siempre sospecha que el paciente engaña, miente, oculta…que
su apariencia es engañosa y que “detrás” de esa manera de presentarse
habría algo del orden de lo real hacia lo que habría de orientarse
en la práctica.
Reich
sitúa como momento importante en la historia de la técnica analítica
la modificación de la fórmula de Freud de hacer consciente lo
inconsciente cuando éste plantea que “el síntoma podía
desaparecer después de haberse hecho consciente su contenido inconsciente,
mas eso no sucedía con carácter necesario”. Ante esto Reich
dice: “una vez más, la teoría de Freud sobre la libido, abandonada
como estaba, señaló el camino”. Es este Reich interesado por la
economía libidinal, por lo pulsional y con su (particular) orientación
a lo real, el que recupera Miller en su curso; un Reich que objetaría
–si fuera posible- al Lacan estructuralista, por su experiencia
de eso que no está en el texto que trae el paciente y que toma
la vía de la transferencia en su vertiente de obstáculo, que hay
algo que “se resiste” a entrar en el campo de la palabra y del
lenguaje.
Introduce
aquí la cuestión del carácter y en concreto del “carácter genital”
como una “estructura libidinal que permite una economía normal
de la libido” frente al “carácter neurótico”; es decir, la organización
del carácter aludiría a una determinada economía libidinal del
sujeto. Entroncaría esto con lo que afirma Miller (pág. 69) en
relación a que “el concepto de carácter es pariente de nuestra
noción de modo de gozar”.
Reich
se pregunta por la relación entre la técnica analítica y la economía
libidinal ya que si el analista trata con las cualidades
psíquicas ¿qué ocurre con las cantidades de libido? Reich
dice que la experiencia clínica muestra que existen casos de”análisis
extensivos e intensivos” ineficaces terapéuticamente, que no lograban
“establecer una vida sexual normal después del análisis”; mientras
otros “capacitados por un análisis parcial, pronto habían establecido
una vida sexual satisfactoria”. “Traducimos” esto en el sentido
de la existencia de análisis que se llevan a cabo sin una orientación
a lo real –exclusivamente en la dimensión del semblante- que no
lograrían, por mucho que se alarguen en el tiempo, tocar algo
de la relación del sujeto con su goce; pero, un análisis con una
orientación a lo real puede tener una eficacia terapéutica mayor
–y más rápida- al apuntar a la relación del sujeto con su goce,
más allá de la dimensión del semblante. Esta sería la manera de
resolver la reformulación de Freud de que apuntar al sentido del
síntoma no necesariamente lo suprime.
Pero,
es también en este punto donde empieza a atisbarse la desviación
del psicoanálisis que tendrá lugar en Reich años más tarde al
plantear ya la importancia del “establecimiento de la potencia
orgástica”, que “el agente terapéutico es un proceso orgánico
en el metabolismo sexual”, o incluso que “eliminando la neurosis
actual (neurosis estática), el núcleo somático de la neurosis,
elimina también la superestructura neurótica”. La posibilidad
de dejar a un lado el campo de la palabra y del lenguaje para
pasar a incidir directamente en lo real del cuerpo, puede otearse
ya en afirmaciones como éstas.
Reich
se centra fundamentalmente en lo que llama la “fase introductoria”
de la cura analítica donde el analista desempeña la función de
“poner en movimiento el proceso terapéutico”, lo cual alude al
concepto de equilibrio neurótico y al analista como perturbador
de éste. Los fracasos terapéuticos remiten, para él, a errores
cometidos en este período introductorio y realiza la indicación
técnica de “hacer que la transferencia negativa salga de sus escondites”.
Hay aquí una marcada diferencia entre la postura de Reich y la
indicación de Miller: “esta orientación de la mala manera de leer
lo real se paga regularmente con la emergencia de la transferencia
negativa”.
Es
en este período introductorio del análisis, y en concreto en las
primeras semanas, donde Reich indica que antes de abordar las
resistencias se debe dejar “desarrollar en su plenitud” la “personalidad
analítica” del paciente, para después demostrar al paciente que
tiene una resistencia, qué medios emplea y contra qué está dirigida.
Puede verse aquí, lo que Miller (Pág. 80) describe como hacer
del síntoma integrado en la personalidad -el carácter- un cuerpo
extraño, intentar extraerlo de su armonía con el yo del paciente
y convertirlo en algo disarmónico con el resto de su personalidad.
Cuando
Reich habla de “resistencia latente” o “transferencia negativa
latente” se refiere, como dice Miller, no a enunciados, sino a
“desconfianza, llegar tarde, silencio, desprecio, falta de asociaciones…”
o “extrema complacencia”. Se trataría en todo esto, según Miller,
de una “aproximación fenomenológica al modo de gozar” y no de
una desviación conductista del análisis, aunque se aleje del campo
de la palabra y del lenguaje. Para Reich “la conducta total del
paciente también posee significación analítica”; y mientras los
analistas subestiman o pasan por alto estos “elementos formales”,
para Reich llegaron a ser “el más importante punto de partida
para el análisis del carácter”, hasta el punto de afirmar que
en la cura, “en particular, al comienzo, no interesa tanto el
contenido como el aspecto formal del material”.
Lo
que Miller señala como el parentesco entre el concepto de carácter
de Reich con la noción de modo de gozar se pone especialmente
de manifiesto cuando éste refiere, por ejemplo, que hay algunos
pacientes de “caracteres sádicos” “que obtienen su placer sádico
de la sinceridad que se les pide”, manera de captar a ras de la
experiencia, a nivel fenomenológico, lo que Miller logra articular.
Finalmente
tomamos una nota de 1945, al final del capítulo III de la primera
parte técnica de Análisis del carácter para mostrar la
desviación posterior que tuvo lugar en la teoría y la práctica
de Reich, en la orgonterapia, donde se termina definitivamente
prescindiendo del discurso del paciente, del campo del lenguaje
y la palabra, para intervenir directamente sobre lo real del cuerpo.
Es decir, se decanta del lado del psicoanálisis como imposible,
como semblante respecto de lo real.
Surgen
en la mesa de referencia dos cuestiones:
1-
En Reich, el concepto de “carácter genital”, en relación
a la patencia orgástica, parece aludir a un modo de gozar ideal
en el sentido del “como debería ser”. Habría para Reich un modo
de gozar que permitiría que todo funcionara bien (“lo que importa
es si existe la capacidad para obtener una adecuada gratificación
sexual”). Se trataría de acercar al sujeto a un ideal genital
del goce frente a lo que plantea Miller al respecto del “síntoma
fundamental” como un modo de gozar del sujeto cuya identificación
supone la distancia con el ideal. Si Miller dice (pág. 69) que
Reich sale del movimiento psicoanalítico exactamente en el momento
en que separa el querer gozar y el querer decir
¿significa que frente a la ética del “bien decir” de Lacan, Reich
plantearía una ética del “bien gozar”?
2-
Perturbar la defensa de la “buena manera” nos seguía resultando
enigmático. Ampliar más este punto.
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